El pasado viernes se cumplieron 112 años del milagro de la Virgen de la Dolorosa, cuando inexplicablemente una litografía de ella abrió y cerró los ojos ante un grupo de estudiantes.
En la noche del 20 de abril de 1906, los 36 estudiantes del colegio San Gabriel de Quito cenaban en el comedor. Muy cerca de la imagen estaban los alumnos Jaime Chávez, Carlos Hermann y Pedro Donoso, recuerda el portal del colegio San Gabriel, de Quito.
Hermann, de repente, quedó pasmado. Observó que los párpados de la imagen se movían. En un primer momento creyó que lo visto era producto de su imaginación. Sin embargo, Chávez, quien también se había fijado en la imagen, dijo: “¡Ve a la Virgen!”. Ambos quedaron atónitos observando que la imagen abría y cerraba los ojos como una persona viva.
Poco a poco comenzó a correrse la voz entre el resto de estudiantes. Uno de ellos comunicó el hecho al padre Andrés Roesh, prefecto del colegio, y a Luis Alberdi, inspector.
El fenómeno duró cerca de quince minutos.
El 21 de abril empezó a correr en Quito el rumor del extraño suceso. La suprema autoridad eclesiástica de entonces, monseñor Ulpiano López Quiñónez, vicario capitular, ordenó “que se cubra dicha imagen y nada se publique por la prensa ni en el púlpito relativo a ese acontecimiento, mientras no se decida sobre su valor y autenticidad”.
Los peritos José María Troya, profesor de Física; Carlos Caldas, profesor de Química de la Universidad Central; José Lasso, fotógrafo, y Antonio Salguero, pintor, concluyeron que el hecho no pudo darse por el efecto de la luz o por las condiciones en las que estaba ubicado el cuadro, pues el movimiento de los párpados se repitió varias veces. La imagen fue calificada por este grupo como perfecta.
También un grupo de médicos analizó a cada uno de los testigos y concluyó que el hecho no fue efecto de una ilusión sensorial.
Después de todas estas indagaciones y procesos, la autoridad eclesiástica emitió su dictamen el 31 de mayo de 1906, que en su parte esencial decía:
“1. El hecho, verificado en el colegio de los jesuitas, está comprobado como materialmente cierto.
“2. Por las circunstancias en que acaeció, no puede explicarse por causas naturales.
“3. Por los antecedentes y las consecuencias, no puede atribuirse a influjo diabólico.
“En consecuencia, puede creérselo con fe puramente humana y, por lo mismo, puede prestarse a la imagen que lo ha ocasionado, el culto permitido por la Iglesia y acudir a ella con especial confianza”, concluyó el informe. (I)
FUENTE: EL UNIVERSO
Comments