Este domingo tenemos un compromiso con nosotros mismos y con los demás. De nuestros aciertos o de nuestros yerros, al elegir a los primeros mandatarios y a los asambleístas, depende el futuro del Ecuador. Si nos equivocamos, ocasionaríamos un daño casi irreparable e irreversible a todos en general.
La historia nos ha demostrado, con espeluznantes radiografías de hechos pasados, los males causados por exgobernantes y exlegisladores –hoy denominados asambleístas–, que llegaron motivados por gulas insaciables de llenar sus bolsillos y los de sus próximos, y de la lujuria por el poder mismo, para hacer grandes negociados y lograr impunidad para el cometimiento de delitos lesivos a la patria, incluyendo la destrucción de sus rivales y enemigos. ¡Cuánta desdicha e infortunio han provocado! Los resultados del latrocinio y del descuido de las grandes masas populares, ausentes de educación y de buena salud, se reflejan en el estado de postración en el que viven (en diciembre de 2024, la pobreza en Ecuador alcanzó el 28 %, es decir, ingresos per cápita menores a $ 91,43 al mes) y en la gran tragedia que sufren nuestros migrantes (más de 2,4 millones fuera del país, 10 % de la población), obligados a huir de su lugar natal, desde hace muchos años, por las condiciones de pobreza, violencia, inseguridad, falta de empleo y de oportunidades, hoy agravadas por el creciente espectro del narcotráfico, muy difícil de controlar, porque no se tomaron las medidas a tiempo y se permitió que se enraíce en nuestro suelo y crezca a diestra y siniestra, como la mala hierba, comenzando por la falta de protección de la frontera norte. Y nada de esto se va a solucionar con medidas parches, ni de la noche a la mañana. Cualquiera, por hacerse con el trono de Carondelet o tener una curul en la Asamblea, puede hacer promesas que bien saben que no van a poder cumplir. Lo importante es ver en estas las que son realmente factibles de realizarse a corto, largo y mediano plazo y, sobre todo, los ‘¿cómo?’, tan ausentes de las fatuas propuestas.
Una publicación de este Diario, del lunes pasado, sobre la cantidad de candidatos a asambleístas que registran denuncias penales como estafas, delincuencia organizada y asesinato, que suman 236 (11 % de los postulantes) es inadmisible y aterradora. ¿Cómo es posible que esto ocurra? ¿Es que los aspirantes presidenciales –demasiados, dicho sea de paso– no son capaces de indagar sobre el pasado y presente de quienes pretenden que los acompañen en este periplo que se llama gobernar? ¿O es que les conviene tener a su lado a este tipo de gente? ¿Qué nos pasa? ¿Debemos permitirlo? No. Por supuesto que no.
Por lo dicho, es indispensable reflexionar y analizar, sin dejarse llevar por la ceguera de la pasión o por cantos de sirenas, sobre el perfil de los candidatos y cómo van a enfrentar los graves y muchos problemas que tenemos, siendo, quizás, el más agudo y complicado el del narcotráfico, que ha invadido y comprometido hasta las más altas esferas del Estado.
Piensa en tu futuro, en el de tu familia, en el de todos. No arruinemos la vida de los demás, vota por ti, vota por la patria. (O)
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