Cada 29 de junio, Ecuador celebra el Día del Pescador, un merecido reconocimiento a hombres y mujeres que, enfrentando los desafíos del mar, sostienen no solo la economía de sus familias, sino que contribuyen significativamente al desarrollo del país. Días antes, el 16 de junio, se conmemora el Día del Administrador, una profesión a menudo silenciosa pero fundamental para guiar a las organizaciones hacia el crecimiento y la sostenibilidad. Aunque parecen mundos separados, en realidad están más conectados de lo que creemos.

Hablar del pescador ecuatoriano no es solo referirse a un oficio, sino a un ejemplo vivo de resiliencia. Según el Informe de Gestión 2024 del Ministerio de Producción Comercio Exterior, Inversiones y Pesca (MPCEIP), en el año 2024 se gestionaron más de 9.900 permisos para pescadores, comerciantes y embarcaciones, un sector que representa una fuente vital de empleo, alimento, ingresos e identidad para las comunidades costeras.

En paralelo, el interés por la carrera de administración continúa creciendo: en Ecuador, durante el 2024, según datos del SENESCYT, 3.445 estudiantes optaron por esta formación, demostrando su relevancia en el ámbito organizacional. Sin embargo, su alcance aún no es suficiente en todos los sectores productivos: se estima que solo un 5% de las organizaciones pesqueras cuentan con asesoría administrativa formal. Esta brecha no solo resalta una desconexión, sino también una oportunidad para unir conocimiento técnico con las prácticas comunitarias del mar.

Así como la pesca va más allá de un simple trabajo, la administración también trasciende el escritorio, ambas son formas de sostener comunidades. Un administrador eficaz puede convertir la pesca en una cadena de valor bien gestionada, transformar esfuerzos individuales en estructuras productivas y sostenibles; y mirar el mar no solo como una fuente de subsistencia, sino como un ecosistema económico que necesita de planificación, ética y visión a largo plazo.

La propuesta es ir más allá del reconocimiento simbólico, no basta con admirar la valentía de quienes se lanzan al mar al amanecer, ni con enaltecer a quienes dirigen empresas desde sus escritorios, lo verdaderamente transformador sería propiciar una conexión activa entre ambos oficios.

Imaginemos el impacto si más pescadores se especializaran en administración pesquera, o si las escuelas de negocios promovieran proyectos con impacto real en las comunidades pesqueras, no desde el asistencialismo, sino desde el reconocimiento mutuo de capacidades.

Celebrar ambas profesiones en el mismo mes no es una coincidencia, es una oportunidad para repensar y actuar. Ecuador tiene en ambos campos un gran potencial; el reto está en integrarlos no solo con discursos, sino con políticas públicas, formación especializada y cooperación concreta. Porque al final del día, el verdadero desarrollo no se da cuando unos pescan y otros administran, sino cuando todos remamos hacia la misma dirección.

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