En el cuarto sábado de protestas, los ‘chalecos amarillos’, caotizaron Francia, hubo casi 1.400 detenidos, violencia y destrucción de la propiedad pública y privada.
El movimiento identificado con los ‘chalecos amarillos’, en referencia a las chaquetas fosforescentes que debe utilizar todo automovilista en Francia, tiene al gobierno de Emmanuel Macron contra las cuerdas y hay expectativa por las medidas que el mandatario prevé anunciar, este lunes, para frenar las protestas.
Nacido a fines de octubre pasado, el movimiento desestructurado, sin líder ni vínculos con partidos políticos o sindicatos, representa sobre todo a la población de clase modesta, que considera que la política social y económica de Macron beneficia a los ricos.
Inicialmente las protestas fueron contra un nuevo impuesto a los combustibles que debía entrar en vigor el 1 de enero. Tras la primera manifestación del 17 de noviembre que congregó a 290.000 personas, se han unido otros sectores, incluidos grupos extremistas y ahora se suman estudiantes, camioneros o agricultores que reclaman por la pérdida de poder adquisitivo y contra Macron.
“Somos una mayoría los que vivimos con menos de 1.200 euros al mes. Tenemos un problema con el salario, con la subida de los precios, el alquiler”, dijo a ABC una mujer. “Macron nos desprecia. Solo favorece a la gente de la alta sociedad”, opinó también Marion Sentier.
Los ‘chalecos amarillos’ son el primer movimiento de contestación social que logra doblegar a Macron, que hasta ahora se había mostrado intransigente con su plan de reformas. El gobernante hizo concesiones. Anuló el alza del gravamen a los combustibles, que formaba parte de un plan para combatir el cambio climático, y congeló los precios del gas y la electricidad durante los próximos meses. Pero tendrá que ir más allá para calmar la cólera de las calles.
Una ira que pone en jaque al Gobierno y que según el ministro de Exteriores, Jean-Yves Le Drian, no se debe tomar a la ligera. Le Drian está preocupado por la democracia debido a los llamados “a la insurrección”. “El peligro es que se cuestionen nuestras propias instituciones”, advirtió.
“Pedimos más justicia social. Siempre pagamos los mismos. Nosotros, a diferencia de los ricos, no podemos llevar nuestro dinero a Luxemburgo”, dijo una parisina de 53 años.
Llamado a Trump
«Es evidente que hemos subestimado la necesidad de nuestros conciudadanos de tomar la palabra, de expresar sus dificultades y de participar en la construcción de soluciones», admitió el portavoz del gobierno, Benjamin Griveaux.
A nivel internacional, el movimiento de los chalecos amarillos despierta simpatías y provoca reacciones políticas por una crisis que acorrala al presidente Macron, cuya popularidad se ha derrumbado en un año y medio de gobierno.
Manifestantes ataviados con chalecos amarillos se manifestaron el sábado en Bruselas, obligando a las autoridades a cerrar el barrio de las instituciones europeas. La marcha se saldó con 400 arrestos. También se vieron marchas en varias ciudades de Holanda.
«Manifestaciones y disturbios en toda Francia» tuiteó Donald Trump. Los manifestantes «gritan ‘Queremos a Trump’. Amo a Francia», escribió por su parte el inquilino de la Casa Blanca.
El tuit no ha sentado bien al gobierno. «No tomamos partido en los debates estadounidenses, déjenos vivir nuestra vida como nación», declaró Le Drian, refiriéndose Trump, cuyas relaciones con Macron no pasan por su mejor momento.
El jefe de la diplomacia francesa negó también que los manifestantes en las calles clamen a favor de Trump.
Por otra parte, las autoridades francesas han lanzado una investigación tras la proliferación de cuentas falsas en las redes sociales para amplificar el movimiento de los «chalecos amarillos», dijeron fuentes cercanas al caso.
Según el diario británico The Times, Rusia -que busca según el rotativo ampliar la revuelta- estaría detrás de la creación de cientos de cuentas en Twitter, que difunden fotos y videos de personas heridas a manos de la policía. Supuestos «chalecos amarillos», pero las imágenes en realidad no tienen nada que ver con las protestas en Francia. (I)
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