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Damnificados duermen en albergues en México

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Amada Rodríguez y otros siete miembros de su familia, entre ellos su madre de 85 años, pasan las horas en el albergue dispuesto en la delegación Benito Juárez, una de las más impactadas por el movimiento telúrico de magnitud 7,1, que deja hasta el momento 230 muertos.
Afirma que ha estado «bien atendida», pero no se quita el miedo del cuerpo.
Su familia y otra cincuentena más se vieron obligadas a salir de sus viviendas. Lo hicieron por prevención, pues el edificio no cayó, pero se agrietó considerablemente.
De acuerdo con el equipo de Comunicación de la delegación, hay espacio para 800 personas y la primera noche durmieron unas 200, cuando se vivieron incluso situaciones de pánico.

Luis Alberto Contreras yace en una de las improvisadas camas. Explica que el edificio en el que vive con su madre y su hermana «está ladeándose».
«Ahora no sé qué voy a hacer, y lo bueno es que tengo mis papeles (documentos). Espero que no haya otro temblor», dice este diseñador gráfico.
Fuera de sus casas y alejados de todas sus pertenencias, estas horas están siendo duras para muchos.

Búsqueda
Mientras, los equipos de emergencia continúan la frenética búsqueda de sobrevivientes.
Las personas atrapadas bajo los escombros juegan con el tiempo en contra, pues el aguante del cuerpo humano en situaciones extremas es de 72 horas, según expertos, y los equipos de rescate siguen desbordados trabajando por salvar vidas.
«La norma oficial mexicana considera que, después de 72 horas, no es posible que una persona sea rescatada», expresó el doctor Manuel Bárcenas, quien participa en los rescates.
Las condiciones a las que se enfrentan las personas son extremas, ya que los escombros provocan «un aplastamiento de órganos», lo que puede causar que se lastimen más rápidamente, «se destruyan» y, finalmente, se desencadena la muerte.
Además, el aire está biológicamente contaminado a causa «del gas natural que tenían ellos (los vecinos) conectado».

También hay alimentos en estado de putrefacción en las viviendas, lo que sumado al polvo puede provocar una neumoconiosis que obstruya los pulmones.
Esta enfermedad, causada por la inhalación de partículas, fue muy común en los sobrevivientes del temblor sucedido en México en 1985, que dejó 20.000 muertos según cifras oficiales, y exige tratamiento neumológico.
Con todo, el tiempo no es estricto ni dicta necesariamente el límite de la supervivencia humana. El médico recuerda el terremoto de 1985 y advierte de que en aquel entonces fueron encontradas personas con vida después de una semana.
El doctor vislumbra la posibilidad de que las personas atrapadas ingieran su propia orina para mantenerse con vida.
Se desconoce el número de personas vivas o fallecidas bajo los escombros. (I)

FUENTE: EL TIEMPO

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