El juicio había comenzado el pasado abril pero fue suspendido para escuchar a nuevos testigos, y ha sido retomado en medio de una gravísima crisis que se cierne sobre Temer, también investigado en la Corte Suprema por los supuestos delitos de corrupción pasiva, obstrucción a la justicia y asociación ilícita.
El caso se refiere a unas supuestas «donaciones» que recibió la campaña de Temer de empresas implicadas en los escándalos destapados en la estatal Petrobras.
Las denuncias fueron presentadas en el 2014 y el 2015 por el Partido de la Social Democracia Brasileña, PSDB, de centroderecha, derrotado en las urnas pero que en la actualidad es, paradójicamente, el principal aliado del PMDB de Temer, quien asumió la Presidencia tras la destitución de Dilma Rousseff hace un año.
El juicio debería terminar mañana, pero expertos coinciden en que hay muchas probabilidades de que se alargue por semanas si uno de los magistrados pide «vista» para suspender el debate y revisar el caso.
Los principales ministros de Temer y decenas de legisladores de todos los partidos están en la mira de la justicia por el caso de sobornos en Petrobras.
En este marco, el cerco jurídico en torno a Temer, se cerró ayer aún más con la detención del exministro, Henrique Eduardo Alves, del PMDB, y de la mayor confianza del Jefe de Estado. Alves fue arrestado bajo sospechas de corrupción.
Posibilidades
Si hubiera una sentencia condenatoria, Temer permanecería en el poder hasta que sean juzgadas todas las apelaciones previstas en la ley, que comienzan en la Corte Electoral y acaban en el Tribunal Supremo, que daría la última palabra tras un engorroso proceso.
En caso de que todas las apelaciones que pueda presentar Temer sean rechazadas, perdería el cargo y el Congreso debería elegir a su sucesor en un plazo de 30 días, mediante una elección parlamentaria indirecta.
Si así fuera, sería la primera vez en la historia brasileña que dos mandatarios habrían sido desalojados del poder durante un mismo período. (I)
FUENTE: EL TIEMPO
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