Opinión

Y llegamos a diciembre de 2020 por Antonio C. Maldonado

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Hasta el 2019, esperábamos con alegría, afecto, alta dosis de solidaridad y humanismo la llegada de la Navidad o “noche buena” en especial los niños que esperaban los obsequios del Niño Dios o el de Papá Noel, pero la pandemia nos ha obligado a cambiar las costumbres sin saber si definitivamente o hasta cuándo; pues, ahora estamos limitados a visitar como en época pasada “en vivo y en directo y a todo color” a los hermanos, parientes, adultos mayores y amigos con quienes dialogábamos frecuentemente y saludábamos o nos despedíamos con un apretón de manos o un caluroso abrazo con los más gratos deseos; y en determinadas ocasiones para paladear la cena navideña, intercambio de regalos y con fondo musical de villancicos donde todos nos brindaban su melodiosa o “destemplada voz” al ritmo de las panderetas; ahora también podemos hacerlo pero en forma virtual. Las oficinas públicas también se engalanaban con el clásico árbol de navidad de luces intermitentes por todos lados y los pesebres, deseándose entre todos algo casi imposible de alcanzar “paz y felicidad”, como en esta ocasión es la de los empleados públicos y privados que recibieron la desconcertante noticia que no abra mejora en su salario básico desde el próximo año, eso sí con la oferta gubernamental de que algo mejorará en forma similar a lo que estilan los candidatos en campaña, esto es, “yo te ofrezco busca quien te de”.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                          Diciembre no solamente comprendía la noche buena sino una serie de actividades previas para celebrar la natividad de Jesucristo, como la reunión para la novena en diferentes hogares; la elección y coronación de la Reina de Navidad en alguno de esos domicilios con un esplendoroso programa que culminaba con un anticipo de la cena navideña; pero esta festividad que prácticamente duraba hasta el 6 de enero con la llegada de los Reyes Magos tenía intercaladas y con sus bemoles algunas celebraciones públicas populares como el día de inocentes para recordar la persecución del Rey Herodes a los infantes con el desfile los disfrazados que con sus máscaras recorrían las calles y visitaban oficinas y viviendas provocando la risa con sus ingeniosas habilidades y retórica. 

Como solían decir los antiguos el infortunio no llega solo, en el presente a más de la pandemia tenemos que enfrentar el tenebroso y desconcertante momento de la escalada delincuencial incontenible que esperamos según el plan del nuevo Ministro de Gobierno que se reunió en la ciudad de Guayaquil con otras autoridades para no solamente utilizar la fuerza para combatirla sino también estudiar las causas que la provocan ya que ha recrudecido el índice elevado de los delitos, suicidios y crímenes cometidos con utilización de armas de fuego, todo esto y mucho más acompañado de protestas públicas de toda índole como la novedosa de las Municipalidades del país pidiendo se les cancelen las asignaciones presupuestarias que les adeuda el Estado a fin de solventar en parte los asuntos de su jurisdicción y no paralizar los servicios públicos que siguen deteriorándose cuya inercia abona más el estado crítico en que se debate el país. 

Frente a esta atroz situación que padece la humanidad y en la que estamos incluidos a la espera de la anunciada y controvertida vacuna para detener el Covid 19, el brote de nuevas epidemias no nos queda más que elevar vigorosamente nuestro espíritu para alcanzar la ansiada y humanista felicidad, saludando a la ciudad de Quito, capital de la República del Ecuador en el 486, aniversario de su fundación por Sebastián de Benalcázar el 6 de diciembre de 1534. O

Loja, 3 de diciembre de 2020   

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